10.53557/Elecciones.2022.v21n24.10

Análisis sobre elecciones

Las Elecciones Generales 2022 de Brasil: una mirada longitudinal a los desafíos de la democracia

2022 General Elections in Brazil: a longitudinal approach to new democracy challenges

Ximena Simpson

<xsimpson@unsam.edu.ar> Universidad Nacional de San Martín, Argentina

ORCID: 0000-0003-0801-8304


[Resumen]

En este artículo, a partir de un análisis sistémico y longitudinal de las elecciones generales de 2022 en Brasil, se ponen en relevancia tres elementos clave: 1) la emergencia de la extrema derecha radical, apuntalada por 2) el mayor uso de las redes sociales como estrategia de campaña y 3) una mayor presencia de sectores militares en puestos de la administración pública y en la arena de representación. Estos elementos permiten plantear el inicio de un nuevo paradigma político, con importantes consecuencias para el régimen democrático y el sistema político brasileño. En la parte final del artículo se abordan posibles escenarios futuros a partir de su conexión con los tres aspectos presentados.

[Palabras clave] Elecciones en Brasil, extrema derecha radical, Bolsonaro, sectores militares, democracia.


[Abstract]

This article highlights three key elements, based on a systemic and longitudinal analysis of the 2022 General Elections in Brazil: (1) the emergence of the far-right, underpinned by (2) the increased use of social networks as a campaign strategy, and (3) a greater presence of the military sectors in public administration positions and representation. These elements start a new political paradigm with significant consequences for the democratic regime and the Brazilian political system. The final part of the article discusses possible future scenarios based on their connection with the three aspects presented.

[Keywords] Elections in Brazil, far-right, Bolsonaro, military sectors, democracy.


[Recibido] 23/10/22 y [Aceptado] 15/11/22

1. Introducción

El análisis de las elecciones de 2022 en Brasil se enmarca en un contexto relevante para comprender la emergencia de un fenómeno social y político que se expande no solamente en la región latinoamericana, sino también en el mundo. En la última década, América Latina se ha visto interpelada por el estallido de movilizaciones sociales que no se han sabido prever, hecho que hace evidente la complejidad del fenómeno que presagiaba un cambio de paradigma en torno a la representación política y la dinámica de la competencia político-electoral.

En Brasil, 2013 fue un año emblemático, denominado por muchos como el "despertar de un gigante", dadas sus multitudinarias movilizaciones. Brasil parecía rebelarse contra su "cordialidad"1 (Buarque de Holanda 1995), y abrir camino hacia una sociedad más participativa y demandante. Si bien en un primer momento estas movilizaciones se identificaron con reclamos por el aumento de los costos del transporte público, con el pasar de los días las demandas se volvieron más difusas, hasta transformarse en un fuerte elemento de contestación y desestabilización de la estructura que conectaba a los principales elementos políticos y económicos tanto entre sí y como con la sociedad.

La ola de descontento tuvo como caldo de cultivo las denuncias e investigaciones sobre actos de corrupción que involucraron gran parte del sistema político brasileño, en especial el Partido de los Trabajadores (PT), el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el Partido Progresista (PP) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (Psdb). Los dos principales casos de corrupción, el llamado Mensalão y la operación Lava Jato, destaparon una explosiva caja de pandora.

Al deterioro de la economía, que golpeó fuertemente el segundo mandato de la presidenta Rousseff del PT (2010-2016) -con una drástica caída del producto interno bruto (-3.8 %), y el alza del desempleo (11.6 % en 2016) y de la inflación (10 %)-, se sumó una crisis de legitimidad de la política y un desplazamiento del modelo consociativo de la democracia representativa. Estos hechos abrieron espacio para la entrada en escena de actores con discursos disruptivos, conservadores y violentos (Simpson 2022).

El primer resultado concreto de esta nueva coyuntura fue la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en 2016 y el empoderamiento de una figura que, a pesar de formar parte del establishment político, unía en su discurso dos elementos hasta entonces desconectados en la política brasileña: una agenda económica ultraliberal y una prédica de valores conservadores. La conjugación de estos elementos representó la emergencia de un nuevo actor político: la extrema derecha radical.

Fue así que en 2018 alcanzó la presidencia de Brasil el capitán retirado del Ejército y diputado nacional durante veintiséis años, Jair Messias Bolsonaro. La elección de Bolsonaro reveló tres aspectos o variables claves para comprender las implicancias de las elecciones brasileñas de 2022, no solo para Brasil, sino también para América Latina.

El primer aspecto se refiere al cambio de paradigma en relación con la dinámica de la competencia electoral y de sus estrategias de campaña, que remite a una nueva forma de interacción entre la o el político/a y la o el elector/a. El segundo se relaciona con el aumento del peso de los sectores militares en la arena decisoria y la administración pública, principalmente en puestos tradicionalmente ocupados por civiles (Amorim y Rodríguez 2022). El tercero es la emergencia de un nuevo actor social y político, la extrema derecha radical, identificada con una agenda reaccionaria en los valores y alejada del compromiso ciudadano con los principios democráticos. Este aspecto, a su vez, une e institucionaliza a los dos primeros.

En las próximas secciones, este artículo busca describir y analizar cada uno de estos tres aspectos desde una perspectiva longitudinal, intentando resaltar su dinámica en el tiempo a partir de su emergencia en 2013. En la parte final del artículo se abordan los posibles escenarios desde su conexión con los tres aspectos presentados.

2. La era de la desinformación

Las elecciones de 2018 en Brasil fueron un punto de inflexión, no solamente desde la óptica de la organización del sistema de partidos, sino también en la dinámica de la sociedad. Este escenario electoral obligó a repensar los límites y dificultades de la democracia liberal, e inauguró, más enfáticamente, una nueva forma de hacer política: la era de las redes sociales, la cual sorprendió por su alcance y por su capacidad de impacto en las preferencias electorales. Todo esto lo consiguió la clase política a un bajo costo e inversión.

La importancia que tuvieron las redes sociales en la campaña electoral brasileña de 20182 tomó desprevenidas a las instituciones electorales y judiciales del país. El volumen de noticias falsas y su impacto enfatizó la relevancia de las redes sociales como herramienta de poder. No obstante, el análisis de las consecuencias del uso sistemático de estas herramientas digitales no puede dejar de tomar en cuenta las desigualdades formativas-educacionales entre los grupos sociales afectados por estas herramientas. La comunicación política, aspecto crucial de nuestra actividad pública en sociedades democráticas, puede convertirse en una poderosa herramienta de manipulación de las masas en contextos de mayor desigualdad social (Simpson 1994, 1986).

El uso exhaustivo de bots para el envío masivo de mensajes a través de la aplicación de mensajería WhatsApp (en su mayoría noticias falsas) adquirió una connotación quasi conspirativa, principalmente por la dificultad en su detección. En un reportaje para el diario Folha de S. Paulo, la periodista Patrícia Campos Mello (2018) desveló una red de contratos ilegales de compra de paquetes de envío masivo de mensajes contrarios al PT por parte de empresarios ligados al entonces candidato Jair Messias Bolsonaro. En un reportaje posterior para el mismo diario, Artur Rodrigues y Patrícia Campos Mello (2018) denunciaron el uso ilegal de nombres y documentos de personas sin su consentimiento para la compra de chips de celulares por parte de empresas de marketing electoral, también vinculadas al entonces candidato Bolsonaro. Los contratos alcanzaron una cifra superior a los tres millones de dólares, constituyendo un importante crimen electoral, ya que la legislación electoral brasileña prohíbe el financiamiento privado o vía donaciones de empresas a candidatas, candidatos o partidos y tampoco permite la compra de bases de datos de terceros con fines electorales.

Estos reportajes abrieron camino a otras investigaciones periodísticas de medios de comunicación como la BBC (Gragnani 2017), culminando con la creación de una Comisión Parlamentaria de Investigación en el Senado Federal3 denominada Cpmi (Comissao Parlamentar Mista de Inquérito RQN 11/2019), además de una investigación por parte de la Policía Federal ordenada por la entonces Fiscal General de la República Raquel Dodge para apurar las denuncias.4

Un hecho que merece ser considerado es la sorpresa que generaron algunos resultados, principalmente después de la primera vuelta electoral en 2018: candidaturas que no figuraban en las intenciones de voto emergieron como ganadoras, o candidaturas que ya parecían haber ganado la elección terminaron en cuarto o quinto lugar. Los casos más emblemáticos de la campaña de 2018 fueron los de las candidaturas al senado de Dilma Rousseff (PT) por Minas Gerais y Eduardo Suplicy (PT) por São Paulo. Ambos perdieron la elección frente a candidaturas con poca trayectoria política. La expresidenta y el emblemático exsenador del PT lideraban las intenciones de voto al Senado Federal, según Datafolha e Ibope, pero Dilma terminó cuarta y Suplicy, tercero, quedando ambos fuera de la Cámara Alta.

Este inusitado patrón también se presentó en la competencia al Gobierno de los estados, como en los casos de Romeu Zema (Partido Novo) por Minas Gerais y Wilson Witzel (Partido Social Cristiano PSC) por Río de Janeiro, quienes resultaron ganadores con un número significativo de votos, a pesar de su escasa trayectoria política. Zema y Witzel aparecían ambos en el tercer lugar de las encuestas difundidas en la víspera de la primera vuelta de 2018 y terminaron en primer lugar en los resultados finales (Portal G1 2018a; Portal G1 2018b).

En las elecciones de octubre de 2022 se observó una dinámica similar. La mayoría de las encuestas indicaban la posibilidad del triunfo de Lula en la primera vuelta,5 con un margen de error de 2 % (Poder360 2022a). En general, las encuestas mostraron a Lula con una puntuación entre el 47 % y el 51 % de los votos válidos. El expresidente terminó con el 48.4 % de los votos. Por lo tanto, el desempeño del PT estuvo en línea con las encuestas. La disparidad ocurrió, sin embargo, en relación con el desempeño de Bolsonaro. Los principales institutos le arrojaban entre 35 % y 38 % de las intenciones de voto, con un margen de error de dos puntos porcentuales. Bolsonaro obtuvo el 43.2 % de los votos válidos, por encima de lo que proyectaban las encuestas.

Tanto en la elección de 2018 como en la de 2022, estas discrepancias entre sondeos y resultados en las urnas fueron citadas por los partidarios del presidente y candidato a la reelección Jair Bolsonaro (PL), no solamente como argumentos para deslegitimar las encuestas de opinión, sino también para atacar el sistema de votación electrónico utilizado en Brasil desde 1996.6

Algunos de los comentarios en Twitter de seguidores de Bolsonaro son ilustrativos.7

"Si creyéramos en las encuestas, Dilma sería elegida senadora por Minas Gerais, Suplicy sería senadora por São Paulo y Bolsonaro perdería con todos los candidatos en la segunda vuelta" - Raquel Stasiaki (@RaquelStasiaki), 17 de septiembre de 2022.

Raquel Stasiaki es diputada federal suplente por el Partido Liberal (PL) de Jair Bolsonaro por el estado de Río de Janeiro y ha sido acusada de malversación de fondos públicos.

"DataFolha no es un instituto de investigación, sino de literatura de ficción. Según DataFolha, Dilma sería senadora, Romeu Zema y Witzel no pasarían ni a la segunda vuelta, y, bueno, ya sabes, Bolsonaro perdería con todos en la segunda vuelta… Pura literatura…"- Marco Feliciano 2270 (@marcofeliciano), 24 de junio de 2022.

Feliciano es diputado federal del mismo partido por el estado de São Paulo y pastor evangélico.

El diputado federal electo con un millón y medio de votos en Minas Gerais por el Partido Liberal (PL) Nikolas Ferreira dijo, después de la elección del 2 de octubre de 2022, que no cree en el sistema de votación brasileño. En su cuenta de Twitter, una seguidora le preguntó si, tras el resultado que lo convirtió en el diputado más votado del país, llegó a creer en las máquinas de votación electrónica. En respuesta, el virtualmente electo diputado federal dijo que cree tener más votos que los contabilizados según los resultados difundidos por el Tribunal Superior Electoral (TSE). "¿Puedes confirmar que la máquina de votación electrónica es confiable?", preguntó la periodista Ana Carolina Silva, mientras el diputado escribió en un tuit que él era el "diputado más votado de Brasil".

"No, creo que tenía más. ¿Vas a llorar?", publicó y añadió una imagen de un bebé llorando, en tono de burla- Nikolas Ferreira (@nikolas_dm), 4 de octubre de 2022.

Al momento, aún no existen razones concretas sobre las discrepancias entre predicciones y resultados encontrados, aunque se barajan posibles causas. Una de ellas puede ser la naturaleza dinámica y de constante flujo de las redes digitales en la comunicación política-electoral. Ese nuevo entorno genera cambios mucho más dinámicos en las preferencias del electorado, al punto de poder modificar una tendencia de voto a muy pocos días de la contienda. Otra causa, apuntada por algunos investigadores (Azevedo 2022), es el comportamiento de seguidoras y seguidores de Bolsonaro en las encuestas, con una mala predisposición para responder preguntas.

Lo más preocupante, sin embargo, es el uso exhaustivo de noticias falsas para difamar a la o el contrincante y, más aún, la incapacidad de gran parte de la población para identificarlas. El grupo de investigación del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología en Democracia Digital, con sede en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, demostró que, durante los cinco meses anteriores a las elecciones de 2018, grupos de WhatsApp a favor del candidato Jair Bolsonaro tuvieron un alcance mayor y una mayor organización en la diseminación de noticias falsas, en comparación con otros grupos de apoyo político. El grupo de investigación detectó también que las personas que en aquellos grupos ponían en duda de forma insistente la veracidad de la información eran inmediatamente excluidas y escrachadas con adjetivos como "comunistas", "petistas" o "traidores". En Brasil, el aplicativo cuenta con 120 000 000 de usuarias y usuarios y tiene un impacto tan grande como los mayores canales televisivos, gracias a que la tecnología 3G ya está presente en el 91.5 % de los municipios. A su vez, según la encuestadora Datafolha, en 2018 alrededor de la mitad del electorado (47 %) que utilizaba la plataforma afirmó creer en las informaciones que recibían a través de esta.

Una encuesta del Instituto DataSenado sobre las elecciones de 2018 arrojó que el 45 % de las encuestadas y encuestados afirmaba haber decidido su voto a partir de la información vista en una red social, siendo su principal fuente WhatsApp. De las 2400 personas entrevistadas, el 79 % afirmó usar siempre esta red social para informarse. A su vez, el uso de las redes sociales fue mayor entre votantes que se consideran de derecha, personas con educación superior y personas con mayores ingresos familiares (Senado Federal de Brasil 2019). En 2022, más de 150 000 000 de personas en Brasil utilizan las redes sociales, lo que representa el 70.3 % de la población. Según datos de 2020 del TSE, 147 918 483 brasileñas y brasileños están habilitados para votar. Es decir, el número de personas usuarias de redes sociales y votantes es semejante.

A pesar de las medidas tomadas para contener la desinformación por parte de las instituciones y organismos que regulan el proceso electoral, es indiscutible el cambio de paradigma en torno a las estrategias de marketing político y electoral. En sociedades más desiguales y con bajos niveles de educación formal, como es el caso de Brasil (UNESCO 2020), las noticias falsas captan con mayor facilidad y rapidez a electores y electoras sin recursos para defenderse; en otras palabras, pasan a ser herramientas de manipulación aún más peligrosas en una realidad social cada vez más volátil.

3. Democracia militarizada y ascensión de la extrema derecha radical

El segundo aspecto abordado en este artículo se relaciona con el aumento significativo de los sectores militares en la arena política y en puestos de la administración pública, algo inédito desde el fin de la dictadura militar (1964-1985) (Amorim y Rodríguez 2022). Desde que asumió la presidencia, el exmilitar Bolsonaro ha promovido la presencia de militares activos y retirados en lugares antes ocupados por civiles, pasando de 2765 al finalizar el Gobierno de Michel Temer (2016-2018) a 6175 en 2021 (Simpson 2022).

Asimismo, es preciso mencionar que en Brasil los militares han gozado de un relativamente alto prestigio entre los sectores de la sociedad, como por ejemplo las clases altas y medias más conservadoras. En los últimos años, el discurso basado en el lema "Orden y progreso" (lema positivista inscripto en la bandera nacional) caló hondo en una sociedad golpeada por la violencia y empantanada en denuncias de corrupción, llevando a que la opción por la intervención militar, en algunos casos, y su mayor presencia en la administración de sectores estratégicos, en otros, fueran vistas como algo deseable para parcelas cada vez más amplias de la sociedad.

De acuerdo con el Instituto Ranking Pesquisa (2021), en junio de 2021 las Fuerzas Armadas y la Policía (federal, civil y militar) se ubicaban en el tercer y cuarto puestos entre las instituciones públicas y civiles más confiables para brasileñas y brasileños. La actuación de las Fuerzas Armadas en la Misión de Paz de las Naciones Unidas en Haití (Minustah, 2004-2017), su intervención en la seguridad pública del estado de Río de Janeiro en 2018, y su fuerte presencia en el Mundial de 2014 y en las Olimpiadas de 2016 también ayudaron a la ampliación de su prestigio frente a la opinión pública, a pesar de las diversas críticas recibidas por organizaciones de la sociedad civil e institutos de investigación especializados en derechos humanos y violencia urbana (Nexo Jornal 2022). Al respecto, en un reciente y categórico artículo, Amorim Neto (2022) analiza la relación entre el poder político y los militares a lo largo de los doscientos años de historia brasileña y llega a una "enfáticamente pesimista" conclusión: en Brasil hay una relación inversa entre la relevancia política de los militares y la calidad de la democracia.

En ese contexto, en Brasil resurge la discusión sobre la flexibilización de la portación de armas con proyectos de ley de representantes aliados a Bolsonaro, como el senador Eduardo Bolsonaro (PL, SP), hijo del presidente. A pesar de no haber sido aprobado por la Cámara de Diputados, después de una intensa y mediática disputa, la difusión de las discusiones sobre el proyecto en los medios de comunicación incentivó su mayor uso y generó un clima social más permisivo a actos vinculados al uso de la violencia. Un claro ejemplo fue la aprobación -el siete de junio de 2022-del proyecto de Ley n.° 5417/2020 (presentado también por Eduardo Bolsonaro) que autoriza propagandas vinculadas al uso de armas de fuego. La propuesta consiste en que fabricantes de armas, comerciantes, clubes de tiro e instructores/as podrán hacer uso de vehículos de comunicación y redes sociales para difundir sus actividades. Según el autor, "la medida tiene como objetivo acabar con el prejuicio contra las y los dueños de tiendas de armas". En palabras del diputado Capitão Derrite (PL-SP), quien votó a favor del proyecto de Ley, "las imágenes de armas de fuego no estimulan cualquier práctica criminosa", y agrega que "contribuyen para la libertad de información e instrucción de la población" (Poder360 2022b).

Otro dato que llama la atención es el aumento considerable de candidaturas a cargos legislativos provenientes de las fuerzas de seguridad pública en los tres niveles de Gobierno (nacional, estados y municipios). Según el Tribunal Superior Electoral (2022), el número de personas con carreras militares y de la Policía que se postulan para diputaciones creció un 20 % de 2014 a 2018, y un 17 % de 2018 a 2022. En procesos electorales nacionales, el avance de este sector fue más contundente, con un crecimiento del 47 % de 2014 a 2018, y de 73 % de 2018 a 2022 (Tribunal Superior Electoral 2022).

Al respecto, es interesante destacar que estas candidaturas, a su vez, se han concentrado en partidos a la derecha del espectro ideológico. En 2014, en las elecciones para diputado provincial, las candidatas y los candidatos provenientes de la Policía y de las Fuerzas Militares se distribuyeron de la siguiente manera: 56 % en partidos de derecha, 23 % en partidos de centro y 21 % en partidos de izquierda. En la elección de 2022, las candidaturas pertenecientes al sector militar se registraron en un 76 % en partidos de derecha, en un 19 % en partidos de centro y en un 5 % en partidos de izquierda. En la elección para la Cámara de Diputados Nacional, la tendencia fue muy similar: entre 2014 y 2022, estas candidaturas pasaron de representar el 58 % de las candidaturas totales de los partidos de derecha a 77 %, mientras que descendieron en los partidos de centro (de 24 % a 17 %) y de izquierda (de 18 % a 6 %) (assis et al. 2022). La Tabla 1 ilustra esa tendencia.

Espectro ideológico Partido político Total de candidaturas (valores absolutos) % en términos comparativos con los demás partidos % total por espectro ideológico
Derecha Unión 135 7.15% 57.42%
Patriota 121 6.41%
PSC 76 4.03%
Progresistas 98 5.19%
Novo 5 0.26%
DC 51 2.70%
AGIR (ex PTC) 62 3.28%
PL 232 12.29%
Republicanos 135 7.15%
PROS 76 4.03%
PRTB 93 4.93%
Centro derecha Podemos 92 4.87% 35.89%
PMB 69 3.65%
MDB 63 3.34%
PSD 72 3.81%
PHS 0 0.00%
PMN 69 3.65%
Avante 71 3.76%
PSDB 38 2.01%
PTB 142 7.52%
Centro REDE 10 0.53% 1.75%
Ciudadanía 19 1.01%
PV 4 0.21%
PSB 29 1.54%
Centro izquierda Solidaridad 72 3.81% 5.82%
PDT 28 1.48%
PT 10 0.53%
Izquierda PSdoB 3 0.16% 0.85%
PSOL 11 0.58%
PCB 0 0%
PCO 0 0%
PSTU 2 0.11%
Total 32 1888 100% 100%

Fuente: TSE; Lima y Sobral (FSP, 2022); Bolognesi et al. (2021)

4. Nuevo actor: extrema derecha

El tercer aspecto central para analizar las elecciones presidenciales de 2022 en Brasil se remite a la emergencia de la extrema derecha radical, de la mano del fortalecimiento de una agenda políticamente iliberal vinculada a valores y comportamientos. Este es el elemento que une los dos aspectos anteriormente mencionados y que da forma a un nuevo paradigma político que, en el caso de Brasil, parece haberse consolidado.

Como refieren Santos y Tanscheit (2019), Bolsonaro personifica la emergencia de este nuevo actor político y social, producto del debilitamiento de las derechas brasileñas: la liberal y la tradicional. Los autores lo describen con tres características esenciales: a) orientación neoliberal en relación con la economía, marcada por una postura radicalmente no intervencionista del Estado en el mercado; b) pautas conservadoras en relación a las desigualdades del ámbito social, como el apoyo a la injerencia del Estado en las elecciones privadas individuales y familiares, y en temas referentes a la orientación sexual, religiosa, cultural y educativa; c) en términos de la democracia, hostilidad hacia el sistema político y hacia la forma con la cual se practica la representación política en el país, buscando suprimir discursos y partidos políticos opositores.

Al respecto, esta investigación considera que la orientación económica liberal no necesariamente constituye una característica identitaria de la ultraderecha radical. Si bien fue una agenda defendida por Bolsonaro a lo largo de su campaña electoral, sus políticas posteriores, como por ejemplo su reiterada interferencia en la política de precios de la empresa Petrobrás8 y la consecuente inestabilidad de sus directores por presiones del Ejecutivo (Portal G1 2022), muestran que la agenda económica del bolsonarismo tiende a ser de mayor intervención del Estado en áreas de mayor popularidad. Este comportamiento encuentra eco al observar las decisiones en el campo económico de otros líderes de la extrema derecha radical en el mundo.

Berman y Snegovaya (2019) refuerzan esta idea en su agudo análisis sobre las causas del surgimiento de la ultraderecha europea. Su principal argumento refiere, justamente, a la pérdida de la agenda económica de la izquierda tradicional posicionándose mucho más a la centroderecha del espectro ideológico, al punto de defender e implementar una agenda de reformas liberales, como ocurrió en gran parte del mundo. Este hecho conllevó dos importantes consecuencias: a) el fortalecimiento de una agenda de valores e identidades, frente a la ausencia de una agenda económica que se diferencie de la centroderecha, y que se identifique con los sectores medios y bajos de la población; y b) la recuperación de una propuesta más intervencionista del Estado por actores emergentes de la extrema derecha radical, aunque desde una postura chauvinista y discriminatoria. En otras palabras, el abandono de una agenda económica con mayor presencia del Estado por parte de la izquierda tradicional trasladó el tradicional clivaje partidario entre derecha e izquierda en torno a la intervención del Estado en la economía al campo de las disputas culturales e identitarias.

En ese sentido, Rennó (2020) observó que, durante la campaña electoral de 2018 en Brasil, hubo una alta correlación entre posiciones conservadoras y el voto por Bolsonaro. Lo más contundente fue la fuerte presencia del afecto como variable central en la decisión del voto y la estabilidad encontrada en la politización de temas vinculados a cuestiones culturales (casamiento igualitario, aborto y educación religiosa), penales (pena de muerte, reducción de la edad imputable, flexibilización de la portación de armas y descriminalización de las drogas) y en torno a cuestiones de política social (cuotas raciales y programa Bolsa Familia). Del mismo modo, en las elecciones de 2022, de acuerdo con Folha de S. Paulo (2022), el 49 % de las personas entrevistadas consideró que la religión es un criterio importante al momento de decidir su voto.

Además de estas características, es necesario observar los cambios profundos ocurridos en la arena política a lo largo del tiempo: en el Congreso Nacional, entre 2010 y 2022 hubo un aumento del 94 % en el número de diputadas y diputados vinculados a partidos de derecha (de 136 en 2010 a 264 en 2022), y en el Senado Federal la variación fue del 75 %, pasando de 12 a 21 senadoras y senadores. Como bien afirma Nicolau (2020), indefectiblemente, Brasil dobló hacia la derecha.

5. A modo de conclusión: escenarios posibles

La conjunción entre los tres aspectos arriba mencionados apunta al hecho de que, en una democracia, como sugieren Levitsky y Ziblatt (2018), pueden surgir elementos disruptivos que pongan en jaque los preceptos democráticos. Estos elementos pueden hallarse latentes en la sociedad, y emerger como consecuencia de drásticos y decisivos cambios en el equilibrio de poder en la arena política.

En consecuencia, los distintos países de América Latina deben estar atentos al hecho de que un mercado político abierto y competitivo no se relaciona causalmente con una democracia plena, del mismo modo que una sociedad de mercado no se caracteriza en sí misma por ser una sociedad industrial. En ambos casos, es posible afirmar que un sistema abierto, ya sea en lo político o económico, puede ser una condición necesaria (pero no suficiente) para una democracia o para alcanzar el desarrollo económico. Es decir, las características de la competencia y de sus resultados van a depender, en gran parte, de las formas de integración de los diferentes grupos sociales al sistema partidario, así como de la internalización de los valores de la democracia representativa en la mayor parte de la sociedad. En términos sociológicos, nos referimos al grado de legitimidad de las reglas del juego político que mantienen las disputas de poder dentro de parámetros democráticos en una sociedad determinada.

Si desde el ámbito de la geopolítica internacional se discute el resurgimiento de una nueva Guerra Fría enmarcada por la disputa económica, pero también entre modelos de sociedad (la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping, por un lado, y los Estados Unidos, por otro), también es posible apreciar la emergencia de fuertes liderazgos de extrema derecha radical en el corazón de Europa Occidental, como es el caso de Giogia Meloni en Italia, Marie Le Pen en Francia y Viktor Orban en Hungría. En Centroamérica, los casos de Daniel Ortega en Nicaragua y Nayib Bukele en El Salvador son una fuerte señal de alerta. El emblemático caso del asalto al Capitolio por seguidores del derrotado Donald Trump en plena sesión conjunta del Congreso para confirmar la victoria electoral del demócrata Joe Biden puede ser ilustrativo de los desafíos que pueden enfrentar democracias como la de Brasil. En recientes entrevistas, Bolsonaro ha levantado diversas críticas al sistema de voto electrónico que rige en su país sin ningún tipo de evidencia, poniendo en duda su transparencia y la validez de sus resultados (Lupion 2022). Además, ha amenazado con no entregar el mando en caso de no considerar legítimos los resultados. A esto se suman los casos de violencia (por lo menos con tres asesinatos) contra votantes de Lula por seguidores de Bolsonaro durante la última contienda electoral (Anjos et al. 2022).

Buscando dilucidar el futuro, se hace necesario recordar el efecto Mühlmann señalado por el sociólogo francés René Lourau para entender los cambios en la sociedad (Lourau 1970). Este efecto sucede cuando fuerzas sociales marginales, minoritarias o anómicas (o las tres a la vez) logran corporizarse en una determinada sociedad a partir de su previo reconocimiento por el conjunto de las formas sociales ya presentes en ella. Así, lo instituido acepta lo instituyente cuando puede integrarlo, es decir, tornarlo equivalente a las formas ya existentes. Lo subrayado por Lourau evoca dos posibles escenarios para la política brasileña: el primero es la consolidación de la extrema derecha y su hegemonización en el campo político, con consecuencias no previsibles para el futuro del régimen democrático en el país; y el segundo, la consolidación de este nuevo elemento como actor político no hegemónico, como consecuencia del fortalecimiento de otras siglas ubicadas desde el centro hacia la derecha en el mercado electoral. Países enfrentados a cualquiera de estos escenarios enfrentan un gran desafío.

Referencias bibliográficas

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[Sobre la autora]

Ximena Simpson

Brasileña, doctora en Ciencia Política por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos (Iesp) de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), Brasil, y magíster en Ciencia Política por el Instituto Universitario de Pesquisa do Río de Janeiro (Iuperj), Brasil. Actualmente es secretaria de extensión y profesora-investigadora de la Escuela de Política y Gobierno de la Unsam. Sus investigaciones se abocan al análisis de los sistemas federales y de la economía política enfocada en las relaciones intergubernamentales en América Latina, con énfasis en los casos de Brasil, Argentina y México. Actualmente coordina el Observatorio de Economía y Política Brasil- Argentina (Obra) de la Escuela de Política y Gobierno - Unsam.


Notas:

  1. Para el reconocido historiador y sociólogo Sérgio Buarque de Holanda, la contribución brasileña a la civilización es la cordialidad. La delicadeza en el trato, la hospitalidad y la generosidad son virtudes que, además, remiten a una remaneciente influencia ancestral de un pasado rural emocional, patriarcal y de ciertas características peculiares de los pueblos ibéricos. Este pasado imprimió en la sociedad brasileña la imagen del padre como detentor del derecho a la vida y a la muerte de todo, y dificultó la separación entre lo público y lo privado, tan necesaria como fundamental en la construcción de las sociedades liberales modernas.

  2. En las elecciones de 2018 competían para el Ejecutivo Federal el delfín del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y exalcalde de São Paulo (2013-2016), Fernando Haddad, y el diputado federal Jair Messias Bolsonaro.

  3. Más información en http://bit.ly/3EgGcSc

  4. Oficio 934/2018/Gab/PGR. Más información en http://bit.ly/3UWn5UA

  5. La legislación brasileña exige que, para que la candidatada o candidato obtenga una victoria en primera vuelta, debe alcanzar el 50 % + 1 de los votos válidos y estar a una distancia de diez puntos del segundo candidato.

  6. El año 1996 marcó un hito en la historia de la informatización del proceso electoral brasileño, cuando los votantes de 57 ciudades tuvieron su primer contacto con la máquina de votación electrónica. En las Elecciones Municipales de 1996 los votos de más de 32 millones de brasileños, un tercio del electorado en ese momento, fueron recogidos por cerca de 70 000 máquinas de votación

  7. Traducción propia.

  8. Más información en http://bit.ly/3u4sc9D